El urbanismo bioclimático

Ciudad extendida: La ciudad lineal de Arturo Soria. Madrid

Dejando a un lado la planificación urbanística a gran escala que ordena el territorio a nivel supramunicipal, el diseño de las ciudades y los barrios también es susceptible de utilizar criterios bioclimáticos y de eficiencia energética. Algunos de ellos coinciden con los descritos para la arquitectura, llevándolos a la escala apropiada. A continuación se relacionan algunos de los parámetros más relevantes:

Gestión del suelo como recurso agotable

Si bien la mayor parte del territorio es susceptible de ser urbanizado sin temor a ser agotado, lo cierto es que, si tenemos en cuenta como criterio básico el respeto al suelo como bien natural a preservar en su estado virgen, hay que administrar el suelo disponible con sentido del ahorro.

Ciudad compacta versus ciudad extendida

Simplificando podemos decir que hay dos modelos opuestos de ciudad. Por un lado está la ciudad compacta con un uso intensivo del suelo, con edificación en altura y con estructura tradicional de manzana cerrada (centro de las ciudades tradicionales europeas). Por otro, está aquella de gran ocupación de suelo, en el que las viviendas son principalmente unifamiliares con jardín y los edificios en altura resuelven el resto de los usos, disponiéndose éstos en manzana abierta, dejando grandes espacios entre ellos (modelo muy extendido en el urbanismo norteamericano).

A pesar del inicial atractivo que sugiere el segundo modelo, el primero ha resultado ser el más sostenible. Ello es debido básicamente a que en la ciudad compacta las distancias se reducen y este hecho hace que sea necesaria menos superficie de calles a urbanizar, con el consiguiente ahorro de energía; menos metros lineales de servicios urbanos (gas, agua, saneamiento, electricidad…) con el ahorro en construcción, en reparaciones y en pérdidas (recuérdese las pérdidas en el transporte de la electricidad o las invisibles fugas de agua que hay en las redes municipales); menos superficie a iluminar; menos distancias a recorrer para los ciudadanos, lo que conlleva un menor uso de los transportes y una posibilidad de llegar a muchos lugares caminando; menor variación de los niveles freáticos subterráneos al impermeabilizar menos el territorio con la urbanización, etc.

Estudio de soleamiento para definir el posible incremento de una planta en los bloques sin perjudicar a los edificios contiguos

Accesibilidad solar

Ya existen ordenanzas municipales que obligan a que los edificios se diseñen de tal manera que todos los usuarios tengan garantizadas un mínimo de horas de sol en los días más cortos de invierno. Lógicamente  hay que diseñar las calles (orientación, anchos y alturas) para que esto sea posible. En las ciudades tradicionales hay fachadas sur cuyo comportamiento, la mayor parte del año, es el de una fachada norte ya que los pisos bajos reciben sombra permanente provocada por el edificio de enfrente.

Topografía y régimen de vientos

La situación topográfica ha de ser resuelta con criterios bioclimáticos. Las localizaciones en valles o en laderas requieren tratamientos específicos. Por ejemplo las separaciones entre edificios han de ser mayores en laderas norte que en las sur, para garantizar la accesibilidad solar. La protección de los vientos fríos en invierno y la búsqueda de las brisas en verano también deben condicionar el trazado de las calles o la elección de barreras cortavientos.

La vegetación

La elección de la situación y tamaño de los parques como elementos “pulmón” de la ciudad, la situación de arbolado de hoja caduca en las calles y plazas que permita el soleamiento en invierno y la sombra en verano o la elección de especies de hoja perenne para cortar vientos indeseados o crear pantallas acústicas son algunas de las medidas a estudiar en este campo.

La ciudad compacta: el ensanche de Madrid

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